De ritual extremo a moda saludable, los baños fríos y la alternancia entre hielo y calor prometen revitalizar cuerpo y mente. La ciencia, sin embargo, pide moderación y evidencia antes de declararlos milagros.
Del gimnasio al bienestar cotidiano
Hace pocos años, sumergirse en agua helada era cosa de atletas profesionales o soldados en entrenamiento. Hoy, las redes sociales están repletas de videos de personas temblando en tinas con hielo, proclamando una mente más clara, menos ansiedad y músculos recuperados. La crioterapia y la terapia de contraste —esa secuencia de frío y calor que activa la circulación— se han vuelto el nuevo mantra del bienestar urbano. Gimnasios, spas y hasta clínicas de fisioterapia las ofrecen como pasaporte hacia la vitalidad.
Los defensores aseguran que unos minutos bajo cero bastan para mejorar el ánimo, reducir el estrés y hasta fortalecer el sistema inmunológico. No es magia: el frío provoca una reacción fisiológica intensa —vasoconstricción, liberación de endorfinas y un impulso metabólico— que deja al cuerpo en un estado de alerta y renovación.
Qué dice la ciencia (y qué no)
La evidencia médica coincide en parte con el entusiasmo. Estudios recientes confirman que las inmersiones frías ayudan a reducir el dolor muscular tras el ejercicio y pueden mejorar la sensación de bienestar. Sin embargo, no todo es tan helado ni tan claro: algunos trabajos advierten que el uso excesivo del frío podría interferir con la ganancia de masa muscular o alterar procesos inflamatorios necesarios para la recuperación natural del cuerpo.
La terapia de contraste, por su parte, parece favorecer la circulación y aliviar la rigidez articular, aunque los resultados aún dependen de protocolos específicos de tiempo y temperatura. En otras palabras: funciona, pero no para todo el mundo, ni siempre de la misma forma.
Entre la moda y la prudencia
Detrás de cada “baño de hielo” hay también un riesgo que se congela en silencio. Las cámaras de crioterapia con nitrógeno líquido han causado accidentes por mal uso, y sumergirse sin preparación puede provocar hipotermia o complicaciones cardíacas. Los especialistas recomiendan empezar gradualmente, no exceder los tres minutos y evitarlo en caso de hipertensión o problemas circulatorios.
El frío, bien manejado, puede ser un aliado poderoso: despierta el cuerpo, aclara la mente y fortalece la disciplina. Pero no sustituye al descanso, la alimentación ni al ejercicio constante. Como en casi todo en bienestar, la clave no está en la temperatura, sino en el equilibrio.








